viernes, 28 de febrero de 2014

REYES MAGOS.- Por María del Carmen Macedo

Año con año participo con mi esposo en un bonito proyecto llamado: Dona un juguete, un grupo de muchachos organizan colectas de ropa y juguetes nuevos o en buen estado y el domingo posterior al día de reyes se acude al lugar que se haya acordado para repartirlos, el primero al que asistí consistía en llevar los obsequios a un orfanatorio en donde había solo jovencitas. De modo que difundimos el evento por vía redes sociales y para este proyecto tuve la posibilidad de llevar bastantes donaciones, una bolsa grande de ropa de mujer para talla chica y mediana, además de juguetes para niñas más pequeñas, después en una camioneta se recabaría lo obtenido y se acordarían los últimos detalles de la convivencia que se llevaría a cabo con ayuda de otra organización hermana: Comida, no bombas. Camino al punto de reunión descendiendo del tren subterráneo había un hombre que tocaba la armónica por un par de monedas y a su lado dos niñas de menos de cinco años lo acompañaban aburridas. Lo pensé solo un segundo: del saco en que llevaba las donaciones ya contabilizadas tomé el juguete más grande, un juego de té y se lo puse en las manos a la niña mayor: ¿lo quieres?, dije, ella lo sujetó y con la otra pequeña lo miró asombrada, el hombre nos agradeció pero mi esposo y yo estábamos muy apenados por ese gesto de bondad que hacíamos de forma pública por vez primera. Tuvimos que reponer el juguete faltante, mas no importó porque una sonrisa extra nunca puede caerle mal a nadie. Las chicas del orfanato, además de la ropa nueva que lucieron, comieron lo que los colegas llevaron. Incluso conocidos que manejan las artes escénicas brindaron un espectáculo de payasos y las más chicas abrieron sus juguetes ansiosas, de la misma manera en que recuerdo a esas dos niñas sentadas en el suelo en medio de un melancólico ritmo de armónica.

María del Carmen Macedo 
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