jueves, 27 de febrero de 2014

EL SEXTO SENTIDO.- Por Raúl Guadián Delgado

La tristeza colgando de las pestañas 
Miradas huidizas 
La vergüenza prendida al pecho 
y los rugidos de tripas provocados por hambres dolorosos por desconocidos.

Los fracasos asomados al balcón de los hijos de las madres
La ilusión, cercenada sin saberlo, de los niños que maduran de sopetón
La desidia de las corbatas que, cada cuatro años, reparten abrazos a diestra y siniestra.

Y Sara, voluntaria de esas que ponen el mismo esmero, cariño y mantel que pondrían en su negocio, dignificando el guiso diario en un comedor social. Condimentado, el guiso digo, con la pasión que solamente se otorga a los compromisos que se nos pegan al costillar y no nos abandonan. Porque desarrollan el sexto sentido… ese que te permite distinguir la marginalidad que acecha. Ese, en resumen, que te permite disfrutar de las cosas pequeñas, que son las que merecen la pena. Para quitar las pinzas que sujetan la tristeza en las cuerdas de las pestañas y que la vergüenza abandone unos ojos que nos quieren mirar de frente. Porque, cambiada la hoja del almanaque, la ilusión volverá a sus miradas gracias a esos ángeles con arrugas en la frente y el sexto sentido pegadito al pecho, siempre al acecho.

Raúl Guadián Delgado
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