sábado, 1 de marzo de 2014

EL VOLUNTARIADO.- Por María José Tapia Arriaga

Cuando llego aquí, lo primero que me llama la atención es la cantidad de gente que hay. Hay demasiados. Hay muchos niños, con las caras manchadas y los ojos apagados. También están sus abuelos y sus padres, todos con desconfianza clara en los ojos. Me obligo a mi misma a dejar que no me afecte. No vengo a pasarlo mal, sino a ayudarlos. Nuestra monitora nos está dando las últimas explicaciones, lo último que dice es “lo importante es hacerles sonreír, hoy es navidad”. Si es Navidad, ¿Cómo no pueden sentir alegría? Nos bajamos del bus y nos colocamos en fila para cargar con las cajas llenas de comida que les traemos. Uno y dos, uno y dos, todos juntos. Estamos así un rato. La gente se ha solidarizado mucho. Pero ellos siguen sin sonreír. Me fijo en un niño que no tendrá más de cinco años. Tiene el dedo metido en la boca y su camisa le queda demasiado grande, pero lo que más me llama la atención son sus ojos. Tan grandes que lo ven todo. Y no encuentro en ellos lo que se esperaría encontrar en los ojos de un niño. Me gustaría decirles a todos ellos que no pierdan la esperanza. Que si estamos ahí es por algo. Porque aunque no lo crean hay gente, gente ahí fuera que quiere ayudarles, gente buena de verdad. Y me alegra ser una de ellas.

María José Tapia Arriaga
-Categoría General-

VACACIONES DE VERANO.- Por Roberto Ruiz Balmaseda

En el campamento de refugiados saharauis de Dajda en Tinduf el acceso al agua potable está restringido y tampoco hay red de alcantarillado, pero hay un “Corte Inglés”. Así, escrito en español y con el famoso triangulito verde estampado en la fachada de adobe. Es una construcción modesta de apenas unos metros cuadrados, que hace las veces de colmado del campo. Su dueño, Kasib, hoy no ha abierto y eso es algo que ocurre muy pocas veces pero hay motivos para ello. Bueno, en realidad hay un solo motivo.

Hoy acompaña a su familia a la pequeña escuela del campamento donde estudia su hijo mayor Ahmed. Van todos juntos: el propio Ahmed, de seis años de edad, su madre Bashira y la recién llegada a la familia que va en brazos de su padre. En todo el campo hay una agitación inusual entre las familias que tienen hijos de la edad de Ahmed. Todas se dirigen hacia la escuela como si éste fuera hoy lugar de peregrinación. Bashira, la madre de Ahmed, no ha dormido en toda la noche, en parte por los lloros de la pequeña pero sobre todo por la oportunidad que tiene Ahmed y por ende su familia. Sin embargo son sentimientos encontrados, pues algo de temor también existe. Una vez dentro de la escuela la expectación es máxima acompañada de un murmullo de nerviosismo. La estancia está a rebosar y cuando por fin entra la profesora con el folio que contiene la lista, se produce un silencio instantáneo fruto de la ansiedad. Tras los saludos previos, la profesora empieza a leer los nombres que tiene en la lista. Bashira, presa ya de la tensión, se libera cuando escucha el nombre de su hijo. A continuación intercambia una mirada cómplice con su esposo y besa a sus hijos. El sueño se ha cumplido: Ahmed pasará el verano en España con una familia adoptiva.

Roberto Ruiz Balmaseda
-Categoría La Rioja-

QUERER ES PODER.- Por Andrés Salcedo Fernández

Sus perezosas sabanas todavía envolvían la piel de aquel veterano cuerpo. El día amanecía tedioso y frío, su esfuerzo por iniciar aquella jornada parecía ser una batalla perdida. Cuando sin previo aviso, de repente, su mente inició un examen vital de su anodina vida, esa realidad que inundaba su existencia, “lo que hoy era y lo que en su inocencia soñaba ser de niño” 

La reflexión duró breves instantes, aunque para él fue el repaso de toda una vida. Como  conclusión surgió un hondo suspiro ahogado de lo más profundo de su corazón. Junto a ese lamento a la vez brotó una esperanza inusitada que le decía “hoy es el día que siempre habías estado esperando” ese que le haría salir del bucle de languidez que inundaba su existencia

Sus ojos abiertos observaban sin ver la decoración de su habitación, las imágenes en forma de fotografías inundaban las paredes de aquel cuartucho, mostraban personas con sonrisas limpias, abrazos emocionados, miradas brillantes de ilusión y esperanza, Con un común denominador en todas las instantáneas, él estaba presente junto a esos seres invisibles

Con una energía inusitada salto de aquel iluso camastro, y en su cabeza solo el pensamiento de aquel almacén de la ONG sin nombre, que para muchos era incluso un hogar, empezó a realizar un inventario mental “se han acabado los zapatos, queda poco arroz, Ufff mantas viene una ola de frío, hay que avisar… que tarde se me ha hecho Dios”

Una suave sonrisa ahora estaba pintando su semblante, en su cerebro una sola frase se repetía con insistencia, “¿de qué me quejo? mi vida se renueva cada día gracias a ellos tengo el privilegio de poder ayudar a estos seres que para la sociedad son molestos y los arrincona, solo espero que cada día seamos más los que no solo miren sino que actúen”.

Andrés Salcedo Fernández
-Categoría La Rioja-

FIEL A MI PROMESA.- Por Mauricio Berruezo

Confieso que al pasar por esa calle y ver que una leve nube de humo salía por esa ventana pensé, no es nada; y de llegar a ser ya llegarán las personas que se encargarán de eso. Tres pasos más adelante por mi mente se cruzó: Y… ¿Si es? Si en verdad es lo que creo. Si de verdad esa casa se está incendiando. Pero, ¿Qué hago? No puedo faltar a esa fiesta, la cual tanto me constó organizar y en la que estaría esa persona por la que trabajé tanto para poder impresionarla. Todas esas horas de organización preparando el salón, llamados telefónicos. De pronto alejé esos pensamientos egoístas de mí. Giré y corrí hacia esa casa ya envuelta en llamas, casi insultándome a mí mismo al haber fallado por un instante al juramento que como voluntario había hecho años atrás en el cuartel de mi ciudad. Al llegar la casa sollozaba por la gran temperatura que había tomado su estructura, corrió en mí una mezcla de adrenalina y miedo el cual se acrecentó cuando dentro de ese cúmulo de llamas y hierros enardecidos se escuchó a lo lejos y casi ya sin fuerzas una voz que exclamaba ayuda. Entré, el calor y humo hacían mi visibilidad nula. Dejé de oír el llamado, pensé en salir del lugar, pero una fuerza extraña se apodero de mí, una fuerza que me dio paz, fe y tranquilidad. Seguí buscando casi sin poder respirar hasta que en un rincón, cerca de la ventana la encontré. Era una mujer, la miré, tome su mano y con voz firme le dije: -¡Mi nombre es Rubén, soy bombero voluntario y juntos vamos a salir! Con su mirada me mostró su gratitud y luego se desvaneció en mis brazos. Con mi último aliento logré encontrar una salida, llevé a la mejor hasta afuera, me recosté en el suelo, volví a tomar su mano y mirándola mis ojos comenzaban a cerrarse cuando de repente escuché: - ¡Tranquilo amigo ya estamos acá!... Buen trabajo. Eran Jesús y Adrián, amigos y colegas bomberos.

Mauricio Berruezo
-Categoría General-

MENOS DA UNA PIEDRA.- Por Úrsula Melgar Arjona

La época de vacas gordas ya había terminado. Primero, su marido perdió su trabajo. Con la ayuda percibida no era posible cubrir todos los gastos. Por si fuera poco, el colegio donde iban sus hijos solicitó una considerable cantidad de dinero para diversas actividades escola-res.

La factura de la luz fue la gota que colmó el vaso. ¿Cómo iba a negar que los niños disfruta-sen por un rato, ya sea viendo la televisión o jugando a los videojuegos? En realidad, ese era el menor problema comparado con la compra de cada mes: Que si pollo en lugar de solomillo; esperar al mes que viene, a ver si baja el precio de los plátanos, etc.

Por fortuna, cerca de allí había una asociación encargada de suministrar alimentos a gente que los necesitaba. Gracias a eso, la familia obtenía ciertos víveres sin necesidad de recurrir al supermercado. Eso no solucionaba todo el problema, pero menos da una piedra.

Úrsula Melgar Arjona
-Categoría General-

NARICES ROJAS.- Por Osvaldo Del Valle García

Cuenta Shador que hay mañanas con 3 soles .No se ven  porque se esconden uno detrás de otro, pero si estás preparado, notas su fuerza y te preparas para un día especial.
Shalima, siempre hacía caso a Shador, curandero  y mago de la aldea.  Shador le había dicho que a la mañana siguiente llegaría a Nazret la tribu de los narices rojas. Según las exactas cuentas de Shalima, Habían pasado 23 ciclos de lunas negras desde la última vez. Antes de que el sol hubiera acabado de aparecer ya estaban en ruta.
La mujer de los narices rojas estaba en pleno maquillaje cuando una niña acompañada de un estrafalario anciano la sorprendieron.
-¡Habéis vuelto!- se acercó entusiasmada Shalima 
-.Hay muchos sitios con niños que necesitan risas y los payasos sin fronteras tenemos que ayudarles a todos. ¿Aún Te acuerdas de nosotros? –Le preguntó la nariz roja
-Claro. No ha habido noche que no me haya acordado .Todavía guardo la lluvia de risa que nos regalasteis. 
Recogí un puñado y desde que lo tengo, por el día no puedo dejar de sonreír, y por las noches, además de dormir, he vuelto a soñar. Cada noche  sueño lo mismo, que soy una payasa y hago reír a la gente.
- Nosotros nunca regalamos nada en las actuaciones. Sólo risa –le replicó cada vez más sorprendida
Abrió muy lentamente su puño izquierdo y mostró su tesoro.se podían entrever los resecos restos de lo que un día fue confeti. La payasa no se pudo contener, empezó a llorar, y le regaló su nariz a Shalima. Su sueño se había hecho realidad…Y el de Shalima también.
Cuenta Shador  que una tarde de tres soles contempló un milagro de risa tan poderoso que cada vez que lo recuerda la felicidad le hace llorar.

Osvaldo Del Valle García
-Categoría General-