miércoles, 26 de febrero de 2014

EL MEJOR MENSAJE.- Por Marina Grisel Moyano

Marcos era un niño feliz, alegre, juguetón, que inundaba cada rincón del hogar con su vitalidad.Pero en los primeros días de aquel invierno todo cambió para él, sus padres, sus abuelos… La noticia menos esperada, aquel maldito diagnóstico, los golpeó con crudeza.

En sus apenas diez años de existencia no recordaba haber estado en un lugar así, tuvo que rehacer su vida en ese lugar tan blanco y frío, de paredes altas, máquinas y equipos raros para él, con mangueritas y cables por todos lados. Tenía miedo, incertidumbre, no entendía muy bien qué pasaba ni  qué le hacían. Sus padres eran dos personas que trabajaban para él, al igual que el resto de la familia;  era muy costoso el tratamiento; allí Marcos se sentía solo, por momentos pensaba que al enfermarse sus amigos, su  familia ya no lo querían.

Hasta que un día la gigantesca puerta se abrió y por ella entró una joven; el niño reparó en su mirada tierna y su guardapolvo colorido.

Era la vida misma entrando a la habitación y los ojos de Marcos se iluminaron, hacía un tiempo que no tenía esa sensación tan linda; Alicia le dio un gran beso y abrazo que le pareció eterno.

Esa primera tarde fue de rompecabezas, la siguiente de aviones y la otra de cartas; y la mejor: la tarde de los cuentos. Esas paredes blancas conocieron la risa contagiosa de Marcos.

Aunque el grupo al que pertenece Alicia  acostumbraba ir al hospital día por medio, la joven  visitaba al pequeño cada tarde.

En una de esas ocasiones, al entrar a la habitación vio la cama vacía. Una mezcla de incertidumbre y tristeza la invadió. En ese instante recibió un mensaje de los padres de Marcos: “Querida Alicia, te esperamos los tres en casa para compartir la tarde de sol en el jardín”.

Marina Grisel Moyano
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