jueves, 13 de febrero de 2014

AIRE DE CRISTAL.- Por Josu Arroita Martín

Caminando hacia la cumbre me encontraba, cuando paso a paso mi mente estaba más sin mí que conmigo. Volvía la misma idea a mi cabeza, pero no podía oír mis propios pensamientos. Sonreí recordando a otro Súper que filtraba socorros en su mente: “ ‘tú eres como eres, y nadie es como tú’. ¿Por qué no puedo apartar esa simple frase de mi mente? No es más que una… espera un momento…”

Las imágenes llegaban a mi cabeza, desordenadas y sin lógica, como un velero sin patrón ni vela. ”¿Puede que sea yo?” A medida que mi ascensión progresaba, también lo hacía mi consciencia, hasta que me detuve en seco, a medio camino entre ningún sitio y el cielo. “¡Claro! ¡Voluntad no es el camino, sino el fin en sí mismo!” Retomé mi marcha y, con cada paso, más se aclaraba la respuesta: “No hay que donar materia, sino conocimiento. El poder está en el saber, y en el saber, la igualdad”. Mi respiración se agitaba al aumentar inconscientemente mi ritmo, encajando piezas muy sencillas: “Hace falta la voluntad de transmitir ese conocimiento de extremo a extremo. ¡Nadie volvería a pasar hambre enseñándoles a cosechar; nadie pasaría frío, ni pobreza, nadie…!” Sin darme cuenta, me quedé ya sin camino que andar, había llegado a la cumbre, y con ella una palabra me hizo caer más alto que la propia montaña: “¿Utopía? Desde el momento en que nacemos la palabra igualdad es su sinónima. Al final, unos tendrán más que otros, pero… ¿y si soy el primer voluntario? Afectaría a más personas que el resfriado común, y tal vez; sólo tal vez, sí existiría la palabra igualdad”. 

Mirando al mar de nubes que había a mis pies, la flor de edelweiss era testigo del surgimiento de una nueva esperanza: “soy como soy y nadie es como yo pero; si fuera fácil, lo haría cualquiera”.

Josu Arroita Martín
-Categoría La Rioja-

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