miércoles, 26 de febrero de 2014

MI PRIMERA GRAN MISIÓN .- Por Susana Arnelas Santano

Pasaban ya las ocho y media cuando crucé la frontera de civiles y soldados. Tras monótonas e infinitas autopistas, me adentre en un camino abrupto inundado de impotencia. Tirado en medio de él se hallaba un antiguo letrero de bienvenida a la entonces ciudad. Todo parecía quedar pendido a modo de marioneta, dando la impresión de desplomarse en cualquier momento. 

Llegué a mi destino, frente a mí el único edificio que aún quedaba en pie, un hotel ahora reconvertido en centro de coordinación para el voluntariado. Bajé del coche, presurosa y desconfiada, cogí los pocos enseres que me acompañaban. Estaba desierto. Habían salido. La vieja radio anunciaba nuevos bombardeos en la zona norte. 

El camino hacia mi trinchera estaba oscuro, las escaleras crujían disimulando una risa burlona, la puerta chirriaba y el frio se colaba por la grietas; ya no había cristales, fueron sustituidos por plásticos. Toda la estancia formaba un conjunto al que yo estaba poco acostumbrada. Mi primera gran misión, me decía a misma durante el viaje. Los días anteriores a la partida los había dedicado a recopilar información; periódicos e infinidad de noticas sobre la situación del país. GUERRA era siempre el titular. No tenía miedo, no sabía su significado. 

A estas horas, rozando las once de la noche el humo del cigarrillo me inspira confianza en el desvelo de la noche con millones de preguntas sin respuesta y de nuevo las dudas, sólo en este momento me di cuenta que tenía las mejores armas para luchar: Solidaridad, oportunidad, ilusión, generosidad, sueños, dignidad, respeto e igualdad.

Susana Arnelas Santano
-Categoría General-

No hay comentarios :

Publicar un comentario