viernes, 28 de febrero de 2014

LA RISA, LA MEJOR MEDICINA.- Por María Martínez García

La sala está en penumbra. La poca luz que ilumina la estancia proviene  de los cuatro focos que alumbran mi espejo. Me siento frente a él y observo la imagen que me devuelve. Mi vida no es perfecta, ni mucho menos, pero en este momento yo no importo, simplemente soy una pieza más en este rompecabezas llamado mundo. Empiezo a revolver todo. Pintura por aquí, pintura por allí. El traje y lista. Recorro los pasillos mientras rostros rotos de dolor me observan, sonríen y siento que haberme levantado de la cama ya ha tenido sentido.  Por fin llego a mi destino. Ante mi hay una gran puerta doble sobre la que cuelga un letrero: “Ala de pediatría”. La abro y el sonido de las risas infantiles se mezcla con los llantos silenciosos. Cada mañana el mismo recorrido, de la sala 320 a la 380. Una tras otra van alegrándome el día. Hay una en concreto, la 327, donde entrar es la mayor alegría, y a la vez la mayor tristeza. Llamo a la puerta y una voz risueña me permite entrar. Todas las mañanas la misma rutina, entro, la joven se acerca a mí, lee la placa que hay en mi traje y siempre dice la misma frase: “¡Mamá!¡Ya ha llegado Lucy la payasa!”. En ese momento mi sonrisa crece y aunque Alicia al día siguiente no me recuerde, por culpa de su enfermedad, se que debo hacerle olvidar donde está y sacarle una gran sonrisa.

María Martínez García
-Categoría La Rioja-

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