miércoles, 26 de febrero de 2014

COMO AQUEL HUESO DE MELOCOTÓN.- Por Eva Martínez

Era un día de primavera, podría ser marzo, podría ser abril. Los primeros rayos de sol chocaban contra las ventanas del Centro de Día. Como cada mañana, iban llegando al centro los abuelos y abuelas de los pueblos de alrededor. A la cabeza Don Santiago, camionero de toda la vida y por ello quería llegar el primero a todas partes, sobre todo al pequeño huerto adaptado donde sembraban sus propias hortalizas.

Aquel día fue muy especial, tenían melocotón de postre. La mayoría de los abuelos decían: “¡Está Gloria Bendita!”, “¡Sabe a teta! ¡Más dulce que la miel!”. Mientras lo estaba saboreando el señor Santiago, mirando al huerto pensó: “¡Este hueso me lo quedo yo!”.  Con cierta picardía, envolvió el hueso del melocotón en una servilleta, salió al huerto y con la ayuda de una azadilla lo sembró.

Un tiempo después, el hueso germinó. Para que este arbolito creciera fuerte y hermoso requería de muchas tareas: labrar la tierra, abonarla, evitar que los brotes se los comieran los pajarillos, regar, podar... Santiago necesitaba ayuda. Habló con sus compañeros y voluntariamente cada uno fue adquiriendo una tarea: la señora Carolina abonaba la tierra con peladuras de manzana, Pepe asustaba a los pájaros con su bastón… cada uno tenía su responsabilidad y de todos dependía que ese árbol creciera “como Dios manda”.

Y así fue, del trabajo de todos creció un bonito melocotonero. Así como muchos proyectos también crecen, llevados a cabo por personas que voluntariamente se implican sin otro objeto que el dar lo mejor de sí mismos. Éstos, también obtienen sus frutos, dulcísimos melocotones, como los que salieron aquel día soleado de primavera, podría ser de marzo, podría ser de abril.

Eva Martínez, 
Usuarios Centro de Día Moncalvillo
-Categoría La Rioja-

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