miércoles, 26 de febrero de 2014

EL MEJOR SOUVENIR.- Por Marian Ibáñez Latasa

El verano llegó. Sí, una vez más. Enloquecemos al pensar qué haremos durante las vacaciones estivales: ajustes en las fechas del calendario, buscamos el mejor «chollo» para hacer una escapada y a más de uno nos trae algún que otro quebradero de cabeza. ¿Por qué? Porque necesitamos unos merecidos días de descanso y despojarnos de la rutina y, obviamente, debemos organizarlo. Aquí es donde se forma el lío.

Aquel año las necesitaba más que nunca. Quería desconectar. Estaba siendo una época apasionante en el trabajo. Sin embargo, empleé demasiadas horas para alcanzar las metas propuestas al inicio del curso. Soy maestra y mi vocación es ayudar. Lo tengo claro.

Hacía tiempo que en mi mente rondaba la idea de vivir un verano diferente. Ese año se presentó ante mí la posibilidad de participar en un campo de solidaridad en África. Era un plan tentador y no lo pensé demasiado. El destino era Marruecos y me sumergiría en otro mundo, con otra cultura, otra gente y otra religión. Algo completamente nuevo para mí.

Por eso, los nervios invadieron el engranaje de mi cuerpo. En el momento de emprender un viaje, hacer la maleta se convierte en una tarea ardua: qué meto, qué dejo de meter, qué no debo olvidar... Suma y sigue. En este caso fue sencillo. No me robó mucho tiempo. Elegí algo de ropa, sin cometer excesos, y compré diversos útiles de aseo. No necesitaba más. Sin embargo, añadí una «mochila vacía». Con el fin de traerla llena. Así fue. Mi equipaje regresó repleto de ilusiones, energía, valores, sonrisas y recuerdos. Una buena dosis para afrontar la vida. Sin duda, encontré el mejor souvenir.

Marian Ibáñez Latasa
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