miércoles, 26 de febrero de 2014

ESQUEMA DE PIRÁMIDE.- Por Miguel Angel Molina Jiménez

¿Puede un hombre mover una montaña? La respuesta es sí, puede. Solo tiene que hacerlo piedra a piedra, con la ayuda de muchos más y constancia. No hay gesto, por minúsculo que sea, que pueda considerarse inane, estéril, infructuoso. Vale una naranja en la mano de un hambriento, el aliento de ánimo en el oído de un desgraciado, un grito de justicia en un muro, la mano que cruza la calle, que empuja la silla, que levanta un cuerpo incapaz de autogobernarse. Vale la calderilla que tantas veces nos pesa en los bolsillos, el beso en la frente de un anciano, de un enfermo, de aquellos a los que apenas conocemos pero que están tan próximos como en la habitación o en la cama de al lado. Vale la manta sobre la espalda de ese rostro espantado que nos da las gracias en mil y un dialectos, las horas de cocina en un comedor que no es el nuestro, la ropa, los muebles, los juguetes para los niños, el café que se paga y queda pendiente de que se lo tome alguien que no puede permitírselo. Convenced a dos personas para que lleven a cabo alguna de estas u otras acciones solidarias, y pedidles que ellos, a su vez, se comprometan a realizar la misma tarea divulgadora. Dos voluntarios serán cuatro y cuatro, ocho. Las matemáticas son el método más fiable para cuantificar el progreso de la humanidad, y la multiplicación la más beneficiosa de sus operaciones. Lograremos que de la cúspide de una idea nazca la mayor de las pirámides, abarcando su base al planeta entero.

Miguel Angel Molina Jiménez
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